Para que los países crezcan y prosperen de una manera que mejore la vida de todos, deben asumir un compromiso especial de apoyar a uno de los sectores más vulnerables de la población: las adolescentes marginadas. Las niñas que viven en la pobreza extrema, viven en zonas rurales, viven con discapacidades, se ven afectadas por conflictos o pertenecen a grupos étnicos desfavorecidos corren el mayor riesgo de quedarse atrás. En cuanto a las ambiciones de desarrollo del mundo, tienen menos probabilidades de completar la educación primaria y secundaria, parte del cuarto Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS), y enfrentan las mayores barreras para hacer la transición de la escuela al trabajo decente (ODS 8).
Las adolescentes marginadas deberían poder trasladarse a oportunidades de subsistencia, no solo trabajos formales, sino también trabajo informal y autoempleo, que sean seguras, satisfactorias y productivas. Para que puedan hacer esa transición, es vital extender su educación a 12 años de educación de calidad. Esto les dará la oportunidad de adquirir los tipos de habilidades que necesitan y de mirar más allá del sistema educativo para derribar las barreras que impiden su plena participación en la sociedad.