A lo largo de mi etapa como activista juvenil, sentí el deber de ser una voz para todas las niñas que tienen miedo de hablar, niñas de 12 años que son víctimas de matrimonio infantil o que corren el riesgo de casarse demasiado jóvenes. Decidí llevar sus voces a foros nacionales e internacionales para luchar por una sociedad libre de matrimonio infantil.
Junto con otros jóvenes como yo, me dieron un asiento en la mesa de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer 2019 (CSW). Nos reunimos con los ministros, embajadores y personal de las Naciones Unidas durante las dos semanas de eventos. Con el apoyo de estos líderes globales, estamos listos para ser propietarios y dar forma al futuro.
El progreso es posible. Juntos podemos poner fin al matrimonio infantil, incluso en países de alta prevalencia. Con la combinación correcta de intervenciones, políticas y acción colectiva, el cambio puede suceder. Pero los jóvenes necesitan ser escuchados y tomados en serio. Estamos dispuestos a ofrecer voluntariamente nuestro tiempo, esfuerzos y energía para impulsar el fin del matrimonio infantil. Somos los futuros líderes y padres, y nuestra voz cuenta.
¿Qué sigue después de la CSW 63 de la ONU?
Es hora de la acción.
El matrimonio infantil es principalmente el resultado de la pobreza, las prácticas culturales o las normas sociales. Necesitamos más intervenciones desde el nivel de base hasta el nivel nacional e internacional.
El progreso es emocionante, pero no ha ido lo suficientemente lejos. Las soluciones no han cumplido con las demandas de una creciente población de niñas en riesgo de matrimonio prematuro. Aún queda mucho trabajo por hacer, y las asociaciones como la Alianza Global UNFPA-UNICEF para acabar con el matrimonio infantil y Niñas no novias son ejemplos de trabajo que tiene impacto y deben continuar.
La mayoría de los países africanos han declarado ilegal el matrimonio infantil, pero aún hay espacio para cambiar las políticas y leyes en los países donde es legal. Pero las políticas y las leyes no son suficientes por sí solas. Necesitamos aprovechar los esfuerzos de los gobiernos para condenar el matrimonio infantil. Se ha demostrado que las campañas para educar a la sociedad sobre los efectos dañinos del matrimonio infantil funcionan. Tenemos que continuar con este trabajo mientras ayudamos a las jóvenes en riesgo a ponerse de pie y reclamar sus derechos.
Es hora de escuchar a los jóvenes.
El compromiso de los jóvenes no es de ninguna manera la respuesta al problema. Sin embargo, cuando valoramos, invertimos y comprometemos de manera significativa a los jóvenes, podemos convertirnos en los campeones necesarios para influir en los padres, las comunidades y los responsables políticos.
Para hacer esto, debemos ir más allá de ver a los jóvenes como víctimas o beneficiarios de programas, y reconocer que tienen derechos y mucho que aportar. Si los líderes mundiales escuchan a los jóvenes, estoy convencido de que aquellas chicas que conozco que tienen demasiado miedo de hablar, algún día podrán realizar su potencial.