Con la pandemia de COVID-19, el mundo entero se encuentra experimentando retos de una escala mayor a la que se podía haber imaginado hace sólo unos meses. Las mujeres jóvenes diversas enfrentamos retos específicos. Algunas se encuentran viviendo violencia en sus hogares – incluidos los matrimonios y las uniones infantiles, tempranas y forzadas (MUITF) – otras no cuentan con los recursos para sostener su alimentación o no tienen acceso a servicios básicos de salud. Y así, hay muchos otros.
Los efectos de la COVID-19 nos afectan a todxs. Algunas organizaciones y Estados han intentado mitigar el impacto de la pandemia con perspectivas más generales, algunos proyectos autogestionados como 32 volcanes, Comedores Sociales de Puerto Rico y la Red de Solidaridad Inmediata hacen un gran trabajo para atender a un público más amplio. Sin embargo, para poder responder específicamente a las mujeres jóvenes, una buena respuesta es aquella que incluye sus voces, y lo pienso porque yo también soy una mujer joven.
A esto, podría surgir la pregunta “¿por qué es importante?”. Pues, porque las mujeres jóvenes tenemos la capacidad para contribuir a soluciones pertinentes para las causas estructurales de la desigualdad que se agudizan con la pandemia. En parte porque las mujeres jóvenes vivimos esa desigualdad. Somos talentosas y merecemos participar de las propuestas que planean impactar nuestras vidas.
Pero entonces, viene la pregunta del “¿cómo?” y aquí hay algunas cosas que puedo recomendar:
- La inclusión de mujeres jóvenes en equipos de trabajo es importante, pero no solo como un puesto específico “para jóvenes” sino en puestos técnicos y de toma de decisión. A lo largo de mi experiencia he podido observar que los espacios de trabajo en el tema existen, pero usualmente en la forma de puestos de menor rango desde el cual una puede hacer cosas muy limitadas. He tenido la oportunidad de colaborar y aprender de lideresas maya en Guatemala, de discutir con activistas de derechos sexuales y me queda claro que una organización que escucha a las mujeres jóvenes y se permite influir por sus perspectivas tiene mayor oportunidad de elaborar respuestas relevantes para su población participante.
- Las mujeres jóvenes somos parte del cambio, pero no las únicas responsables. Muchas de nosotras hemos escuchado a personas llamarnos “agentes de cambio” o la “generación de los avances”. No estoy diciendo que no lo seamos, pero la realidad es que nacimos en un contexto con años de desigualdad encima. Cambiarlo en una generación sin apoyo, puede ser un poco difícil. Tener una mirada ecológica, que considere los diferentes actores en el entorno social, ayuda a repartir equitativamente el trabajo y el peso de la responsabilidad de la transformación de problemas que nos afectan a nosotras.
- Aún cuando no se puede incluir a toda la diversidad de mujeres jóvenes en todos los puestos de trabajo, se puede hablar y consultar con ellas. Tener mecanismos formales de consulta o protocolos de investigación que nos vean con dignidad puede ser una solución. Pero cuando se escoja esta opción, hay que asegurarse de que esas consultas sean transparentes en su objetivo y que al finalizar devuelvan la información o los recursos a las participantes.
- Las mujeres jóvenes no somos todas iguales ni vivimos en las mismas condiciones. Dentro de nuestra diversidad, escuchar las peticiones específicas de algunas – especialmente en el contexto del COVID-19 – ayuda a identificar necesidades diferenciadas o puntos de encuentro desde los que pueden trabajar con nosotras.
- Acercarse a organizaciones de mujeres jóvenes para asesoría o para trabajar en coordinación también se vale. Nosotras ya estamos trabajando en muchos campos y temas de interés general para el contexto de la pandemia, como derechos sexuales, seguridad alimentaria y soberanía territorial, y prevención de violencia. Si eres una mujer joven ¡acércate, ya estamos organizadas! Aquí hay algunas organizaciones lideradas por nosotras que ya están pensando cómo responder a la pandemia: el programa Las Niñas Lideran y Ammudis en Guatemala, Colectiva Amorales y COMCAVIS TRANS en El Salvador, Balance y Kinal Antzetik Guerrero en México, Joven PRIDE en Venezuela, La Red de Juventud Indígena en Brasil, Tú Decides en Bolivia, Ñañaykuna en Perú, META Latinoamérica, la Red Latinoamericana y Caribeña de Jóvenes por los Derechos Sexuales y la Colectiva Resistencias Feministas en Argentina.