“Fruto” y el trabajo de cuidados que hacemos las mujeres, niñas y adolescentes en México
"Fruto" es un libro conmovedor escrito por Daniela Rea Gómez que nos sumerge en una exploración profunda de la maternidad, los cuidados y la resistencia en medio de una sociedad que romantiza el "sacrificio materno". A través de una serie de relatos, la autora mexicana nos comparte las voces de mujeres y jóvenes que llevan a cabo tareas de cuidado y cuyas vidas están marcadas por la violencia, la desigualdad y la falta de autonomía.
El mes pasado, en mayo, en la mayoría de los países de América Latina y el Caribe, se celebra el Día de las Madres. Cada año, las redes sociales, nuestros correos y grupos de WhatsApp se inundan de mensajes y frases sobre la maternidad. Sin embargo, algunos de estos mensajes empiezan a mostrar críticas a la romantización que la sociedad hace al discurso del “sacrificio materno” y a la naturalización de la desigual distribución del trabajo de cuidados que recae en las mujeres.
En medio de estas reflexiones sobre los cuidados, la maternidad, el patriarcado y la resistencia, llegué a "Fruto", un libro escrito por Daniela Rea Gómez y publicado a principios de 2023 por la editorial Antílope. "Fruto" recopila una serie de historias, principalmente las experiencias de maternidad de la autora mexicana: relatos de su diario como madre de Naira y Emilia, así como de su labor periodística; y una extensa serie de conversaciones con su madre, Rosario, acerca de su experiencia de maternidad.
En este compendio de relatos, Rea también nos cuenta otras historias: las de mujeres, jóvenes, adolescentes y niñas que también cuidan. Mujeres quienes, de alguna manera, fueron privadas de una infancia y juventud plenas, y cuyas vidas se ven marcadas por la sobrecarga del trabajo de cuidados, el matrimonio y las uniones tempranas e infantiles, la violencia y el control sobre sus cuerpos y su autonomía. Historias que llegaron a mí a través de una lectura que creía personal y que, con el paso de las páginas, comenzó a humanizar los datos con los que todos los días trabajo.
Como periodista, Daniela Rea ha narrado previamente la violencia contra las mujeres, niñas y adolescentes. En "Fruto", al igual que en sus trabajos anteriores, las voces de las mujeres y jóvenes se alzan, y podemos reconocer la resistencia y la ternura en sus historias de violencia, sin romantizar estos conceptos. Conocer sus historias en su contexto nos ayuda como lectores a comprender las múltiples dimensiones que afectan la vida de las mujeres y la negligencia de la sociedad y el Estado en la co-responsabilidad de los cuidados y el derecho que tenemos todas las mujeres de vivir una vida plena y libre de violencias.
Jenny
Jenny comienza a contarnos su historia a partir de la violencia ejercida por su padre contra sus dos hermanas mayores y su madre. Este abuso siempre estuvo relacionado con el control de sus cuerpos y su autonomía:
Tengo dos hermanas mayores, una de veinticinco y otra de veintidós. La primera me contó que papá le pegaba mucho porque no quería que tuviera amigos; lo mismo le pasó a la segunda. La primera se casó a los 17 años por miedo a seguir viviendo en casa, y la segunda se fue después de recibir una golpiza por quedar embarazada.
(Rea, pág. 67)
Al igual que las hermanas de Jenny, el 42% de las mujeres en México informaron haber sufrido violencia durante su infancia. Esta violencia es la tercera razón más común por la cual las mujeres se casan o unen antes de los 18 años (ENDIREH 2021).
La violencia familiar que sufren las niñas y adolescentes está estrechamente ligada a los matrimonios y uniones infantiles y tempranas. Según la ENDIREH 2021, la mitad de las mujeres que se casaron o unieron antes de los 18 años sufrieron violencia en la infancia, en comparación con el 43% de las que se unieron después de los 18 años.
Aunque que Jenny no fue víctima de violencia física por parte de su padre, fue testigo de los abusos físicos, sexuales y psicológicos que él infligía a su madre. Además, los patrones de violencia que afectaron a sus hermanas continuaron en sus vidas una vez unidas:
Mi cuñado le pega a mi hermana, no la deja usar el celular, no la deja maquillarse. Dice que si se maquilla parece un payaso, y si usa falda parece una prostituta... Mi otra hermana estaba embarazada y mi papá le dio una paliza y tuvo que irse de casa, y su novio le dio otra golpiza y perdió al bebé.
(Rea, pág. 69)
Debido a la falta de atención, información y apoyo a las mujeres víctimas de violencia de género, este ciclo de abuso se convierte en una espiral difícil de abandonar sin ayuda. Al igual que las hermanas de Jenny, el 47% de las mujeres que se unen antes de los 18 años sufren violencia por parte de su pareja, en comparación con el 40% de las que se unen más tarde (ENDIREH 2021).
Sin duda, la violencia que experimentan las mujeres en México es alarmante, en general, pero debemos tener en cuenta que las niñas y adolescentes como Jenny y sus hermanas, así como aquellas que viven en comunidades en contextos de precarización, tienen más dificultades para solicitar ayuda o denunciar:
Varias veces fui a la policía para contarles que mi papá le pegaba a mi mamá, pero no me hacían caso. Le dije a mis tíos, pero tampoco me hicieron caso. Decían que yo era una niña y que no sabía de cosas de adultos, que dejara que los adultos resolvieran sus problemas, que no me metiera porque no era nadie.
(Rea, pág. 70)
A pesar del adultocentrismo, Jenny asumió los cuidados de su hermana pequeña siendo una adolescente y de alguna forma también cuidaba de su mamá.
Entonces dejé de estudiar poque no quería dejarlas solas ni un momento. Pero luego me tuve que meter a trabajar y renté un cuartito y ahí me las llevé. Primero a mi hermana. Luego mi mamá me creyó y decidió irse con nosotras.
(Rea, pág. 74)
La historia de Jenny se convierte en una historia de ternura y de re-apropiación, logró sacar a su mamá y su hermana del ciclo de violencia. Sin embargo, su relato también nos llama a pensar en las ausencias por parte del Estado y de la sociedad, pues Jenny, sus hermanas y su mamá debieron haber tenido más opciones.
Fernanda
Fernanda es una adolescente que se identifica a sí misma como feminista y bisexual. Su historia y sus palabras nos recuerdan cómo son las mismas adolescentes y jóvenes las que tienen que estar al centro de las propuestas y de las soluciones para lograr el ejercicio pleno de sus derechos.
Aunque Fernanda es muy joven, ha tenido grandes aprendizajes sobre su cuerpo y sexualidad. Tristemente en este recorrido, se tuvo que enfrentar a abusos y falta de cuidados. Al morir su mamá, Fernanda fue separada de sus hermanos y se fue a vivir con unos tíos.
Al comenzar con la pubertad, Fernanda comenzó a explorar su sexualidad, lo que fue reprochado por su tío y tomado como excusa para acosarla sexualmente. A partir de esto, sus primos también repitieron los abusos y Fernanda comenzó a odiar su cuerpo y su sexualidad.
Todo empezó porque mi primera curiosidad sexual fue con un chico que conocí en la escuela y mis tíos se enteraron y a partir de ahí mi tío me empezó a decir que era una fácil, una puta, una ofrecida. Y de ahí mi tío trató de seducirme…después de él vino mi primo.
(Rea, pág. 113)
Desafortunadamente, la historia de Fernanda no dista mucho de la realidad. En México, por ejemplo, el abuso sexual en la infancia afecta a 12.5% mujeres, según la ENDIREH, y justamente son los primos y los tíos los principales agresores.
El camino de Fernanda también nos habla de la importancia del tejer redes y el acuerpamiento colectivo. En algunos párrafos, y pocos años, encontró el apoyo en sus amigas y compañeras de clase. Ella continúa luchando por su autonomía, y resiste desde lo colectivo, desde sus estudios y el feminismo.
Mónica y Mariela
Las historias de Mónica y Mariela tienen algo en común, se tratan de madres que no desearon ser madres, pero que tuvieron que cuidar solas, abandonadas por un sistema que se nutre de este trabajo gratuito.
La mamá de Mónica, le anunció a sus hijes que iba a cometer suicidio, y eventualmente, cumplió su palabra. Aunque Mónica ya era adulta cuando esto sucedió, desde que ella era pequeña su mamá sufrió depresión, lo que llevó a Mónica a asumir las labores de cuidados de su hermano.
Yo no tengo hijos, pero cuidé a mi hermano menor. Cuando iba en la primaria le dejaron una tarea, tenía que responder a la pregunta ¿Quién es la persona a la que más quieres?, y él puso mi nombre. ¿Por qué?, porque me alimenta y me ayuda con mis problemas. (…) Tenía ocho años y le hacía su huevito revuelto, lo levantaba a bañarse, mientras él, muy chiquito, planchaba nuestros uniformes. Nos teníamos el uno al otro.
(Rea, pág. 170).
Desafortunadamente, el relato de Mónica es muy similar a la realidad de miles de adolescentes en México y la región. Según la ENUT (2019), las mujeres de 12 a 19 años realizan en promedio 25.2 horas a la semana al trabajo doméstico no remunerado, a diferencia de 14.1 horas que dedican sus pares varones, en promedio.
La historia de Mónica y su mamá también invita a reflexionar en torno a los contextos de violencias y falta de oportunidades, y cómo estos marcan nuestras vidas: “La historia de mi mamá es una historia común a muchas mujeres. Desde chica trabajó en la maquila, sufrió acoso sexual, se juntó muy joven y tuvo hijos pronto” (pág. 172). Al igual que ella, su mamá debió haber tenido opciones, ni los cuidados ni la maternidad deben ser impuestas.
Así comienza la historia de Mariela y su hermana gemela; su madre desde que eran chicas les hizo saber que no quería ser mamá:
Las odio, nos decía. Yo no sé si nos odiaba a nosotras o a la vida que tenía. Yo más bien creo que odiaba que no pudo elegir. Odiaba ser una mujer avejentada, odiaba ser fea, odiaba tener que cuidarnos sin ayuda, odiaba sentirse sola.
(Rea, pág. 231).
Las reflexiones de Mariela son muy potentes, pues más que juzgarla, llega a comprender el contexto de su madre. Como personas que nos cuidan es muy difícil poder ver a nuestras cuidadoras como personas autónomas y libres, así como entender las circunstancias que les rodean y su relación con las decisiones que toman. Y esto se refuerza con las creencias patriarcales de que las mujeres nacemos para cuidar y maternar.
Quizás el personaje de Mariela llega a esta afirmación al enterarse que su mamá la había parido a ella y su gemela a los 16 años. Después, también ella se embarazó a la misma edad y también odió ser madre:
Yo también odié ser madre, yo también fui muy regañona, yo también fui muy violenta. Yo también fui mala mamá. Es que yo no quería ser madre e hice todo para evitarlo. Tomé infusiones de ruda y me introduje un gancho. Pero al final me tuve que conciliar con la idea de que, al nacer ese hijo, tendría que ser madre.
(Rea, pág. 234).
Al igual que Mariela y su mamá, 21.4% de las mujeres en México tienen hijes antes de los 18 años, y otro 21% entre los 18 y los 19 años (ENDIREH 2021). Y de las mujeres que se casaron o unieron antes de los 18 años, el 65% tuvo hijes entre los 13 y los 17 años. A esto se le suma que la mayoría de estas jóvenes no tienen acceso a servicios de salud sexual y reproductiva universales y de calidad.
“Fruto” y la colectividad
Cuando terminé de leer “Fruto” comprendí y aprecié muchas cosas de los cuidados que me dieron. También me sentí abrazada y acompañada en mi maternidad, pero sobre todo, sentí la urgencia de compartir lo que había leído y de que muchas otras personas llegaran a sus páginas.
Las historias que recopila y nos cuenta Daniela Rea, también me llevaron a reflexionar en torno al trabajo de cuidados y lo que significa, al tiempo de identificar cómo esta temática se va cruzando con otros grandes temas, como son los matrimonios y uniones infantiles y tempranas y las violencias que viven las niñas y adolescentes en el país.
El cuidado es el sostén de la sociedad, puede estar lleno de amor y de ternura, como se deja ver en "Fruto", pero también pueden ser impuestos, ir acompañados de violencia, abuso o descuido, ante un sistema que no los reconoce como un derecho y que deja caer sobre las mujeres toda la responsabilidad.
“No es cierto que el amor lo puede todo. Nunca lo va a poder y nosotros, nosotros tampoco. Es peligroso decirlo, porque entonces, sino cumplimos tiene un costo personal y social. Nosotras, mujeres, somos señaladas por eso, cargamos con eso, callamos con eso” (Mariela en Rea, pág 242).
También es necesario comprender que los cuidados nos tocan a todes y especialmente, la responsabilidad se comparte con el Estado.
Las voces de estas cuatro mujeres, junto con las reflexiones de la autora, nos ayudan a comprender que al hablar de cuidados debemos contemplar a las niñas y adolescentes, garantizar su bienestar integral y el ejercicio de su autonomía —desde una mirada integral que tenga en cuenta sus capacidades en evolución y sus proyectos de vida.
Por años, niñas y adolescentes en México, y en la región, han sido cuidadoras, y sus historias han permanecido a la sombra y sin un altavoz para ser escuchadas. Rea nos invita a escucharlas, a escucharnos también, a amplificar estas voces para poder exigir oportunidades que nos permitan elegir y vivir plenamente, y reconocer que el trabajo de cuidados es un verbo que se conjuga en plural, y que es fundamental para hablar de justicia social.
En el tiempo que has tardado en leer este artículo 138 niñas menores de 18 años se han casado
Cada año, 12 millones de niñas se casan antes de los 18 años.
Es decir, 23 niñas cada minuto.
Casi 1 cada 3 segundos.
About the author
Mariell Gutierrez Herrera
- Communications Officer for Latin America and the Caribbean
Girls Not Brides
Fuentes de información
- Rea, Daniela (2023). Fruto. Editorial Antílope. https://www.edicionesantilope.com/libros/fruto-paquete-preventa